Hablar y escribir sobre las drogas puede significar también hacerlo sobre la historia de la humanidad, porque las drogas se utilizan desde que el hombre existe. Su consumo se relaciona con las costumbres de las diferentes culturas que ha habido en la historia.
Hubo una época en que si tenías un dolor de espalda ibas al doctor y este te prescribía Cannabis Indica para tu dolor. Con la receta ibas a una farmacia y comprabas un frasquito que era un elixir de Cannabis, el cual bebías, te “volabas” y pasaba el dolor. Y si tenías problemas de insomnio comprabas unos buenos cigarros de Cannabis Indica que calmaban la imaginación y daban un sueño placentero y relajante.
Evidentemente todo eso ha ido cambiando con el paso de los años y con los avances en investigación. Todas las sustancias que hoy en día se conceptúan como “drogas de abuso” y son objeto de la más severa prohibición, inicialmente fueron consideradas fármacos, es decir, medicinas. Es más, cuando fueron descubiertas, sustancias como la morfina (1803), cocaína (1860) y heroína (1898) fueron vistas como auténticos remedios milagrosos y muchos fabricantes anunciaban orgullosos que sus productos contenían coca u opio.
En consecuencia, todas estas drogas se vendían en las farmacias o boticas. Concretamente en España se vendían libremente hasta 1918; después de ese año se pudo seguir accediendo a todas ellas mediante receta, hasta que la prohibición incondicional acabó con esa posibilidad.
Como medicamento, el cannabis ha figurado en las farmacopeas de diversos países hasta mediados de los años sesenta. Tras la II Guerra Mundial el control del tráfico de drogas fue coordinado por la Comisión sobre Drogas Narcóticas de la ONU y en 1961, tras trece años de discusiones, se añadió el cannabis a la lista de drogas psicotrópicas.
Diez años más tarde se introdujo el TCH, principio activo del cannabis, en la Convención Internacional sobre Sustancias Psicotrópicas.
El floreciente mercado del opio originario de Asia Menor favoreció que penetrara y se generalizara en Europa, especialmente en la Gran Bretaña del siglo XIX, en los preparativos farmacológicos que eran consumidos por la clase trabajadora, ya que rara vez tenía acceso a los cuidados médicos por problemas económicos. Ello permitió que el uso del opio se encontrara muy extendido entre las capas populares, bien en forma de píldoras de opio bruto o, sobre todo, como láudano, un preparado a base de opio puro, agua destilada y alcohol. Ambas preparaciones podían adquirirse libremente, incluso en tiendas de comestibles. La tradición del empleo médico o curativo del opio favoreció un posterior uso como medio lúdico o estimulante. Ya entonces muchos escritores británicos de la época, como Byron, Shelley, Keats, Scott o Quincey lo consumían.
Hasta 1925, la heroína fue el principal narcótico en el mercado de drogas ilícitas. Entre los años cincuenta y sesenta la cultura de las drogas surgió en EE UU y otros países y se generalizó el consumo el consumo de opiáceos, fundamentalmente heroína. La adicción a la morfina se deba sobre todo entre profesionales sanitarios y en el ambiente del espectáculo.
Incluso empresas como Bayer, la famosa compañía farmacéutica alemana, comercializaba a finales del XIX y principios de XX heroína como remedio para la tos, las bronquitis y los catarros. Y no solamente en adultos, sino también en los niños.
Heroin Bayer & Co. La cocaína, la morfina y también la heroína eran considerados remedios milagrosos cuando fueron descubiertos. Las sustancias que hoy son prohibidas estaban legalmente disponibles en el pasado. Los fabricantes de los medicamentos, muchos del los cuales existen hoy, proclamaban hasta el fin del siglo XIX que sus productos contenían estas drogas. Entre 1890 y 1910 la heroína era promocionada como un sustituto no adictivo de la morfina y remedio para la tos de los niños.
El Vino de Cocaína de Metcalf era uno entre muchos vinos que contenía cocaína disponible en el mercado. Todos afirmaban que tenían efectos medicinales, pero indudablemente también eran consumidos por su valor recreativo. Otro era el famoso Vino Mariani (1865), principal vino de cocaína de su tiempo. El Papa León XIII cargaba una botella de vino Mariani consigo y premió a su creador Angelo Mariani con una medalla de oro.
Maltine con Vino de Coca. Este vino se elaboraba a partir de la hoja de coca por Maltine Manufacturing Company de Nueva York. Las indicaciones citaban: “Una copa llena. Inmediatamente después de cada comida. Administrar proporcionalmente a los niños”.
Pisapapeles. Un promocional de Boehringer & Soheme (Mannheim, Alemania) decía: “Los mayores fabricantes de quinina y cocaína del mundo”. La empresa estaba orgullosa en su posición mundial líder en la producción de cocaína.
Glyco-Heroin (Smith). Publicidad de Marti H. Smith Company de Nueva York. La heroína era ampliamente utilizada no sólo como analgésico, también como remedio contra el asma, la tos y la neumonía. Mezclar heroína con glicerina (y comúnmente azúcar y condimentos) tornaba el opiáceo amargo en algo más aceptable para su ingesta oral.
Vapor-OL. Alcohol 40% con opio 3 gr por cada 30 ml. Estaba indicado para el tratamiento del “asma y otras afecciones espasmódicas”. El líquido volátil era colocado en una cacerola y se calentaba en una estufa de queroseno.
Estas tabletas de cocaína eran “indispensables para los cantantes, profesores y oradores”. Aliviaban el dolor de garganta y tenían un efecto “animador”, a fin de que estos profesionales pudieran dar el máximo de su rendimiento.
Paregórico. Alcohol y opio. Gotas de cocaína para el dolor de las muelas, cura instantánea. Las gotas de cocaína para el dolor de las muelas (1885) eran muy usadas en los niños. No solo aliviaban el dolor también mejoraban el humor de los usuarios.
Antiguamente, para tranquilizar a los bebés recién nacidos, no hacía falta tanto esfuerzo, solamente la administración oral de opio. Este frasco de Paregoric (sedante) de Stickney and Poor’s era una mezcla de opio con alcohol, que era distribuido y vendido sin receta por una empresa muy reconocida. Era un producto muy potente, contenía 46% de alcohol. Las dosis se muestran en el reverso de la botella.
Y esto no es todo. En esta galería te mostramos algunos ejemplos más…
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